Detallo acá tres errores fundamentales, que con regularidad cometen dichos negocios, con el fin de aportar para que mejoren y tengan más probabilidades de mantenerse en pie.
por: PulsoCR / 6 julio, 2020
*Por Isabel Gamboa
Me considero afortunada de ser una de las personas que está atravesando esta pandemia con la tranquilidad de un trabajo estable y me siento orgullosa de contribuir, con mi consumo, a reactivar la economía del país, sobre todo de los pequeños emprendimientos, a los que trato de preferir siempre por encima de los que, por definición, tienen más capital para sobrevivir.
Pero en mi experiencia de un consumo más consciente, no siempre he tenido buenas experiencias.
Detallo acá tres errores fundamentales, que con regularidad cometen dichos negocios, con el fin de aportar para que mejoren y tengan más probabilidades de mantenerse en pie.
El primero de ellos es no informarnos de las medidas que usan para protegerse y protegernos del Covid 19, y, peor aún, atendernos sin ninguna protección. El domingo, mi pareja y yo anduvimos durante más de una hora en carro, camino al Volcán Poás, buscando bajarnos en algún puesto de venta de frutas sin poder hacerlo debido a que ninguna persona de las que gritaban ofreciendo sus productos usaba careta facial. En momentos de pandemia, todos los emprendimientos económicos, por más sencillos que sean, deben incorporar a su publicidad las medidas de seguridad como uno de los mayores atractivos con el que cuentan.
El segundo obstáculo con el que me he topado es el tiempo que se demoran para responder un mensaje. Pongo como ejemplo a una heladería artesanal a la que le escribí un jueves por WhatsApp, para hacer un pedido obviamente, y cuya respuesta me llegó el sábado siguiente.
Por último, y esto es lo que me resulta más molesto porque lo considero una muestra de la burocratización del sector privado, el mal manejo de las redes sociales. Suelo contactar al negocio por la red que se anuncie y, con muchísima frecuencia, la respuesta que recibo es que me comunique por otro medio. Esto queda ridículamente ilustrado con la reacción de un pequeño restaurante de comida coreana al que escribí por Messenger, que era una de las redes que promocionaban para hacer pedidos de comida para recoger. La respuesta que recibí fue que lo hiciera nuevamente pero por WhatsApp y cuando lo hice, que mejor llamara. Frente a mi negativa de llamar y mi demanda de ser atendida de forma rápida, me dijeron, con un tono de amenaza, que me podían recibir el pedido así, pero que solo me querían ayudar porque si llamaba quedaba más asegurado que obtendría lo que realmente deseaba.
Nadie, por más pequeño que sea su negocio y por mucho que necesite el dinero, saldrá adelante por lástima. Hoy, no nos pueden seguir atendiendo como si nos estuvieran haciendo un favor desagradable, porque eso pone en riesgo la sobrevivencia del negocio, pero también por una razón ética: a todas las personas, en todos los sectores de la sociedad, nos asiste el deber de tratarnos bien, para hacernos esta crisis menos insoportable.
*La autora es docente universitaria e investigadora