«Con independencia del modelo económico imperante en el país de que se trate, aquellos países con un sistema de salud público comprehensivo, sólido y bien dotado desde las tres aristas básicas (financiera, de infraestructura y de conocimiento) tienen una capacidad más alta para atender esta emergencia»
por: PulsoCR / 31 marzo, 2020
Por Rodolfo Arias Formoso*
Cuando uno se entretiene –o se tortura– viendo cifras en el “Coronavirus Worldometer” (cantidad de contagios y de muertes, tasas de crecimiento, epicentros, etc.) no puede dejar de extrañarse por las enormes diferencias que se están presentando entre unos países y otros, entre unas latitudes y otras, incluso entre un continente y otro.
Apunto algunas muy llamativas, para explicar a qué me refiero:
1. En Corea del Sur, geográfica y culturalmente muy cercana a China, y además con un gran número de enfermos desde el inicio del flagelo, la contención ha sido muy exitosa. Es un país con 51 millones, más que España (46) y menos que Italia (61), pero donde el número de contagios frenó asintóticamente antes de llegar a 10.000 (España ya suma 65.000, Italia 86.000 al día de hoy), y donde el número de muertes es de sólo 139. Esta es una cifra abismalmente inferior a las de los dos países europeos que menciono: España con más de 5.000 e Italia con más de 9.000 fallecidos.
2. En Europa del norte, que tiene países ricos y desarrollados, la solidez de sus sistemas de salud o lo riguroso del confinamiento de sus poblaciones no ha detenido el crecimiento de las cifras. Ejemplos: Noruega 3.371 enfermos, Suecia 3.069, Dinamarca 2.046, Holanda 8.603. Por el contrario, en Indochina (de nuevo, muy cercana a China), con países pobres o de renta media, las cifras son muchísimo más bajas, siendo sus poblaciones más grandes y densas. Vietnam tiene 163 casos, Tailandia 1136, Camboya 99, Laos 6.
Si comparamos la cantidad de contagios por millón de habitantes el contraste es pasmoso: Noruega 696 contra 2 de Vietnam; Holanda 502 contra 16 de Tailandia, Suecia 304 contra 6 de Camboya, Dinamarca 353 contra 0,8 de Laos.
3. Existen países cercanos, con climas parecidos y con cantidades de contagios reportados similares, pero en los que el número de muertes es muy distinto. El caso más curioso es el de Italia y Alemania. En el primero más del 10% de los enfermos ya murió -9134 a hoy- y en el segundo sólo 351, correspondientes a un 0,6%.
4. Existen países adyacentes, pero económicamente muy disímiles, donde la diferencia en la cantidad de contagios es rotunda. En ambos ejemplos que doy, el país más pobre reporta un número de enfermos muchísimo más bajo. República Dominicana tiene 581 contra 8 de Haití; ambos están en la isla La Española. Costa Rica tiene 263, contra 4 de Nicaragua. Éstos últimos, según Managua, son todos extranjeros. Anoto que la renta per cápita anual de Costa Rica es 6 veces mayor que la de Nicaragua, $12.000 contra $2.000, y que la de República Dominicana es 10 veces la de Haití, $8.000 contra $800.
No sería tan difícil ampliar esta lista con otras divergencias, en absolutos, en gradientes y en variancias. Pero no quiero cansar con eso. Más bien pretendo aventurar algunas ideas, que a lo sumo valdrían como conjeturas; muy difícilmente como hipótesis. Los he denominado, para organizar el texto de algún modo, “ejes de especulación”.
EJE DE ESPECULACIÓN 1: ECOSISTEMA
Conste: no soy biólogo ni nada cercano; soy informático. Pero se me ocurre pensar que la biodiversidad de una región podría estar asociada a la resistencia de sus pobladores a este coronavirus. A ver: un epidemiólogo/inmunólogo francés con el que conversé hace ya sus años me decía que aquí vivimos en “una sopa de vida”. La biodiversidad nuestra no sólo ocurre en la fauna o en la flora, sino también en el ámbito de los microorganismos. Calor, humedad, fertilidad. Es el nuestro un ecosistema que propicia las alergias, ya sea asma, ya sea dermatitis, ya sean otras.
Digamos, para formular la especulación de alguna forma más o menos decente, que los habitantes de regiones tropicales húmedas hemos estado históricamente sometidos a más esfuerzo, a más lucha en esa “sopa” donde competimos. Ergo, este coronavirus es menos “insólito” en nuestro ecosistema que en un ecosistema más “simple” como podría ser el noruego o el danés. Y, para reforzar el argumento, los países de Indochina que mencioné en el ejemplo 2 tienen en general ecosistemas más parecidos al nuestro que a los escandinavos, también presentes en el ejemplo 2.
EJE DE ESPECULACIÓN 2: SISTEMA PÚBLICO DE SALUD
En un comentario que publiqué también en Facebook al inicio de este horrible drama, argumenté que los sistemas económicos y políticos neoliberales la estaban viendo más difícil que los socialdemócratas (nunca mencioné a los autodenominados socialistas o comunistas, que en mi opinión ya no existen), ante esta emergencia. En algún momento mi escrito se hizo viral (ahora sí está de moda el término, realmente) y me empezaron a llover insultos desde otras latitudes; la esperpéntica jerga permitía sospechar de biliosos peninsulares tanto como río platenses.
En algo tenían razón al madrearme, y no era con en el asuntico ese de que no existe el “neoliberalismo” y de que sólo hay “liberalismo”; poner o quitar el prefijo no significa mayor cosa porque el frío no está en las cobijas. En lo que sí me llegaron al plexo las críticas fue respecto a la naturaleza de una economía como un todo, y no del sistema de salud de cada país como tal.
Por ejemplo, se me dijo que Corea del Sur (que menciono en el ejemplo 1) tiene una economía típicamente liberal. Era cierto, pero yo hice la tarea y averigüé cómo es su sistema de salud pública y me enteré de que es universal, como el de Costa Rica. No sólo eso: Corea del Sur, con su sistema de salud SOCIALIZADO (perdón por las mayúsculas) tiene uno de los mejores conjuntos de indicadores sanitarios del mundo.
Ahora puedo reformular mi argumento inicial: con independencia del modelo económico imperante en el país de que se trate, aquellos países con un sistema de salud público comprehensivo, sólido y bien dotado desde las tres aristas básicas (financiera, de infraestructura y de conocimiento) tienen una capacidad más alta para atender esta emergencia, que tanto hará pasar a la historia al 2020. Y, al respecto, la tierra del “sueño americano” está hasta este momento sirviendo de triste, catastrófica, contra-demostración.
Lo que intento afirmar en esta especulación tiene muchas derivaciones, pero voy a cerrar el tema con un par de elementos decisivos según mi juicio.
Primero: mejor sistema de salud pública implica mayor capacidad de registro de contagios. Tan es así que esto permite sostener una hipótesis de por qué Italia tiene un porcentaje de muertos muchísimo más alto que Alemania: es muy probable que en Alemania haya una cantidad bastante cercana a los 50.000 casos ya detectados, en tanto que es igualmente probable que en Italia haya una cantidad muy superior a los 85.000 hasta ahora identificados. Se podría decir que en Italia debe haber unos 300.000 enfermos, y que por eso hay 9.000 víctimas, que es un 3%.
Segundo, lo obvio: un mejor sistema de salud pública resiste más (o sea, tarda más colapsando) que uno débil. Y el de Italia ha sido debilitado en tanto que el de Alemania ha de ser muy fuerte. Estados Unidos es un caso similar al de Italia; abunda información sobre la terrorífica carestía de recursos de todo tipo en los hospitales públicos de Nueva York, por ejemplo. La vulnerabilidad de todo el sistema era reiterada por Bernie Sanders antes de que la campaña demócrata también sufriera su propio “lock down”. Tanto en la bota como en la gran manzana habrá que desconectar a un paciente de su respirador porque otro, al lado, es un poco más joven. Es escalofriante, pero esto lo sabemos y lo puse en el título de estas notas.
EJE DE ESPECULACIÓN 3: LA FORMA DE SER DE LA GENTE
En un ensayo que se replicó casi tanto como el malo de esta cinta, “La emergencia viral y el mundo del mañana”, el filósofo coreano-berlinés Byung-Chul Han ahondó en las características culturales de oriente, haciendo énfasis en las profundas diferencias respecto al comportamiento social en occidente.
Lo usó, de hecho, como la explicación principal de por qué China, Corea, Taiwán, Japón, Singapur y Hong Kong han podido responder muchísimo mejor a la pandemia que un equivalente sexteto de democracias europeas.
Yo me aventuro a identificar tres ejes en este amplísimo tema.
El primero sería la forma de ser de la gente respecto a su gobierno. En oriente no hay tanto temor/rechazo a un gobierno centralizado, mandón, fuerte. En occidente (luego del siglo 20 y el nazismo, fascismo, estalinismo; estos ejemplos no los da Han) la alergia que produce un matón o capataz al frente del ejecutivo es tremenda. Han tiene razón en todo lo que esto implica, pero aquí no voy a meterme. No, con todo y que el faisán Trump provoca un gran antojo de diseccionarle sus psicosis.
El segundo sería el círculo social, y acudo en este punto al concepto de círculos de privacidad, enarbolado por Alan Westin en su lejano y clásico artículo del año 67. Aquí, tanto el oriental como el occidental (soy cartesiano, nadie se asuste; entiendo que “occidente” y “oriente” son un capricho léxico como cualquier otro) están igualmente dispuestos a tolerar las aglomeraciones de un metro, de un ascensor o de un centro comercial. Pero, como bien señala Han, el oriental usará sin problemas –tapujos quedaría mejor– una mascarilla facial, en tanto que para su contraparte resulta casi traumático. Es una afrenta contra su vanidad.
El tercero sería el conjunto de círculos personales, familiares o íntimos. El oriental cuidará su fábrica de afectos con una inclinación de encéfalo; el occidental se abalanzará, pletórico de abrazos y besos. Los alemanes podrían ser la excepción, pero la efusividad es típica de italianos y españoles. O de franceses, incluso. Un querido amigo con quien hurgué hoy en el tema me decía, agudo de mente como siempre, que la cosa va incluso en lo duro que hablamos por estas latitudes. Más estruendo implica más micro gotitas con virusitos. En fin, no me extiendo: hay más contacto físico entre los latin lovers que entre los chinese workoholics y eso es obvio.
EJE DE ESPECULACIÓN 4: LA POBREZA DE CADA NACIÓN
Esto, ya para concluir, siento que no es mera especulación; aquí la realidad es pura y dura, cruel e irreversible. Es un bote a la deriva que va directo a la cascada, es una bomba de tiempo.
Hoy me enteré, viendo “Telesur”, que en Nicaragua ya se identificaron dos contagios más; ahora son 4 los enfermos que hay allá. En la cadena televisiva bolivariana, tan folclórica como patética, la corresponsal en Managua dijo que “la compañera Rosario Murillo” había comunicado que dos extranjeros más habían “dado positivo”. Entre un comunicado de “la compañera”, y una rueda de prensa profesional, multidisciplinaria y minuciosa como las que se emiten todos los días desde Zapote, hay un mar de diferencia. O, al menos, un Cocibolca.
Cuatro contagios en Nicaragua son equivalentes a ocho contagios en Haití. Y, en estos extremos, ya no estaríamos debatiendo sobre si la capacidad de registro/detección de Alemania es superior a la de Italia; aquí ya nos veríamos forzados a concluir que dicha capacidad del todo no existe.
Pero puede ser incluso peor, puede traspasar esa imposibilidad técnica para llegar al territorio de lo inaudito, de lo inmediblemente cruel, en la escritura de una página oscurísima del realismo mágico latinoamericano, como bien señaló Gioconda Belli días atrás.
En los entretelones de la ausencia de tests del virus habría una macabra decisión política, tanto en Haití como en Nicaragua, o como en algunos de los países más atrasados y sojuzgados de África, o incluso de Asia. Tal podría ser, barrunto, la situación de Laos, que mencioné anteriormente y que es un territorio montañoso, atrasadísimo, dedicado a la agricultura de subsistencia, sin caminos y sin ferrocarriles.
En estos casos, el gobernante, que por un lado es despótico y por el otro inepto, por un lado es egoísmo destilado en palacio y por el otro es idiotez a raudales, se encuentra en una disyuntiva fatal: si emprende un épico (quijotesco) esfuerzo de detección de contagios, si intenta dotar de lo elemental al sistema hospitalario, si trata de mostrar un asomo de sinceridad o de transparencia, sólo logrará desnudar el desastre insondable en el que tiene hundido a su propio pueblo. Y si, por el contrario, decide ocultar la realidad y se dedica al vudú, o a procesiones o a marchas donde se invoca algún designio milagroso, puede tener un breve respiro, un tanquecito de oxígeno que le permitirá bucear en el pantano donde yace y yacerá.
Así, por espantoso que suene, es como creo que se manejarán las cosas en Nicaragua o en Haití. Si solo fuera porque en tal predicamento se está seguro de que ello acarreará miles de muertes en un país o en otro, ya sería motivo suficiente para salir a denunciarlo y luchar a brazo partido por detenerlo. Pero hay algo más, que todos sabemos: Haití ha de ser una bomba que estalle al oído de República Dominicana, y Nicaragua una que reviente a la espalda de nosotros.
*El autor es informático y escritor