El laberinto de ‘los faunos’: Crónica de la inauguración del nuevo edificio legislativo


Nota del editor: Sin duda, feo por fuera, elegante y confuso, sin terminar y a veces, con la sensación de ser interminable por dentro. Esta es la crónica de los $149 millones más confusos que han pisado diputados, asesores, prensa y de momento, un obispo católico y una pastora evangélica, esta es la crónica del primer día de diputados y visitantes al nuevo edifico del Congreso, contada desde los ojos del periodista Aarón Chinchilla.


por: Aarón Chinchilla / 19 octubre, 2020

Nota del editor: Sin duda, feo por fuera, elegante y confuso, sin terminar y a veces, con la sensación de ser interminable por dentro. Esta es la crónica de los $149 millones más confusos que han pisado diputados, asesores, prensa y de momento, un obispo católico y una pastora evangélica, esta es la crónica del primer día de diputados y visitantes al nuevo edifico del Congreso, contada desde los ojos del periodista Aarón Chinchilla. 

8:15 a.m. Tres puertas de ingreso al nuevo edificio legislativo, y por ninguno podía entrar la prensa. Un ujier alto y bigotón, de lentes oscuros y pelo setentero no podía ocultar su desdén tras la mascarilla anticovid que le tapaba media cara.

Era claro que iba a decirnos que no, que esa entrada no era la entrada para los medios de comunicación, sino solo para «funcionarios legislativos».

Afuera, una protesta pro cultura daba algo de color a la espalda gris de 18 pisos de la nuevo mole legislativa, que parece aplastar por momentos el edificio central del TSE.

La manifestación, con cimarrona, saxofón y otras especies, pretendía frenar mociones de recorte del presupuesto de la República que discuten los diputados desde el «edificio anterior», donde ya se habían promovido tijeretazos por ¢268.000 millones en mociones presentadas por el PUSC y el PLN (al final de la jornada, Hacienda se comprometió a recortar ¢300.000 millones siempre que no sean los diputados quienes definan dónde).

Los periodistas de Extra, El Periódico.cr y de Pulso.cr, debíamos dirigirnos «a la siguiente puerta». Frente a una lata blanca con bisagras, una voz nos indicó ir hacia el bulevar del Castillo Azul a dos cuadras de donde estábamos.

No era mucho lo que pedíamos, solo queríamos acceder al tercer piso (que en realidad es el tercer sótano) donde está la barra de prensa, para observar la primera sesión del plenario en este laberíntico edificio que esconderá a los diputados de la vida de la superficie cada vez que sesiones, pues tanto los liberales como los conservadores, creyentes y ateos, oficialistas y opositores, además de otras especias, tienen su salón plenario en el cuarto nivel bajo tierra.

Horas más tarde, funcionarios legislativos nos comentarían sobre los encontronazos y el caos que se vivía a lo interno del edificio entre diputados y funcionarios, todos perdidos en los niveles idénticos como siameses que conforman los sótanos de la estructura y en la cual se perdieron como chiquillos de escuela en su primer día.

De 8 a 9

8:30 a.m. Apenas llegando a la puerta de la, ahora,  vieja sede legislativa, nos rechazan el ingreso por el bulevar y nos señalan con el dedo que teníamos que entrar «por el frente», es decir, al costado sur del perímetro legislativo, ahí, por la Plaza de la Democracia.

8:32 a.m. El costado sur sigue ocupado por trabajadores con cascos amarillos, chalecos naranjas y cara de pocos amigos. El paso resulta imposible… ¡Vayan por el lado de abajo!

8:36 a.m. Luego de cruzar el bulevar, pasar por la Avenida Segunda, cercar la Plaza de la Democracia y llegar «frente al chino» de Cuesta de Moras, un policía regordete y un peón de la construcción nos dicen que «hay que ir por detrás» (es decir, darle la vuelta a la cuadra y subir por la calle que da frente al Tribunal Supremo de Elecciones, es decir, el mismo lugar donde empezamos).

8:44 am ¡Ay muchachos! es que esto está tan complejo hoy, señala la funcionaria legislativa que nos permite el paso.

8:45 am: Una patrulla en retroceso choca contra un poste de luz recién inaugurado por los trabajadores de la constructora. Al unísono, risas, madrazos y manos a la cabeza se vieron en el ambiente. De fondo, el que parecía ser el jefe del contingente observaba sin un guiño de emociones.

8:50 am: Tras el chequeo de rigor, entramos a un elevador que aún sigue sin acabados, tapando sus vergüenzas con paneles rayados por un tal «Pollón».

El ascensor polvoriento, con cartones en el piso y donde Pollón escribió sus memorias, nos llevó al piso -3, lugar donde se encuentra la nueva barra de prensa, que cuenta con tres televisores, una alfombra blanca y un ventanal que da a los diputados.

Era la hora de la confusión, caras largas de periodistas y funcionarios que se perdían en el laberinto. El elevador se trababa, los baños no tenían señalización, nadie sabía cuál era el baño de hombres, cuál era el baño de mujeres ni cuál era el baño transgénero.

Los diputados, vestidos de negro, se tomaban selfies mientras, afuera, los sindicatos protestaban contra los recortes en el presupuesto.

Un edificio sin direcciones. Una mole en la que no se puede caminar con zapatos pesados, ya que las distancias resultan largas ante la repetición de puertas y pasillos forradas en láminas artificiales imitación a madera.

Y cuando todo parecer ser caos, de la nada, pasamos al silencio de pasillos vacíos que parecen repetirse como un episodio ahogado de paranoia en un relato de Kafka.

La pastora y el pastor, perdón, el arzobispo

Una pastora con blusa blanca y un sacerdote vestido de negro, ingresaron al plenario, que ya contaba con la presencia de los 57 diputados. Algunos saludaban con la mano a la prensa que estaba en el palco (el editor no dejó de señalar que parecían toreros improvisados saludando a la grada).

Luego muy callados, muy ceremoniosos, incluso Paola Vega, con su camiseta de Estado Laico Ya, parecía sacada de una novela gráfica de Frank Miller, estaba seria como el gris concreto que cubre las paredes externas de la sede legislativa.

La pastora evangélica Carmen Carazo, que resultó no ser cualquier pastora, sino la lideresa de la Iglesia Evangélica Portadores de su Gloria (Santas Coincidencias, es la misma iglesia donde oficiaba el pastor y ahora presidente del Congreso, Eduardo Cruickshank, quien encabezaba la sesión plenaria).

La pastora levantó su mano envuelta en el Viejo Testamento y reclamó a los pecadores presentes que los valores se perdían en el país y que «era hora de rectificar».

Por su parte, el arzobispo Jose Rafael Quirós dio un jalón de orejas a los diputados, asegurando que la democracia se construye «desde la escucha y la fe».

Vega, retadora, salió del recinto como reclamo ante el combo religioso católico-evangélico que se daba en el plenario, y se perdió en el laberinto legislativo, con su camiseta blanca que reclamaba por un Estado Laico.

Barullo

El barullo de diputados y asesores se mantuvo todo el día mientras asesores, diputados y personal que no asimila el cambio de edificio trataban de darle normalidad a los acontecimientos normales de la vida legislativa, como los primeros proyectos aprobados y la presencia de pescadores de la península de Nicoya que pedían no se aprobara el proyecto de pesca de arrastre.

Claramente, los diputados ni se percataron que cuatro pisos por encima de ellos, decenas de pescadores que no se destruya el recurso marino del golfo, mientras otras decenas de policías trataban de repelerlos.

Lo cierto es que no fue una protesta violenta, pero de nuevo, un amigo se preguntaba, ¿qué pasará el día e que los manifestantes entren a este millonario búnker y encierren a los diputados?  Pero esa es otra historia, y como decía Michael Ende, «Esa es otra historia, y por ende, será contada en otro momento.

La lluvia mojó la plazoleta que da a la entrada principal del edificio. El cielo se puso gris en la capital. Gris como la masa que albergará las principales decisiones del país.

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