El ingreso a la OCDE no es una panacea, es una oportunidad


La OCDE es una oportunidad. Si no pasamos por una transformación cultural y educativa, este ingreso a ese club exclusivo no será más que otro fiasco en nuestra historia, uno que alimentará la fiesta en esos grupos de “ticos” que alimentan el odio y el fracaso diariamente.


por: PulsoCR / 23 mayo, 2021

*Por Geovanny Debrús Jiménez.

El ingreso a la OCDE no es una panacea, es una oportunidad. De nosotros depende aprovecharla o seguir llorando el tercermundismo emocional que nos invade.

La OCDE más que un club de países ricos, es un grupo de países que quieren hacer las cosas bien y sanamente, lo logren o no.

Estar a la par de países como Noruega, Alemania, Suiza, Suecia, Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Bélgica, Holanda, Corea del Sur, Dinamarca, Francia, Islandia y Finlandia, principalmente, representa muchas oportunidades de crecimiento comercial, social y político. No solamente se trata de prácticas económicas, sino de ensanchar nuevas y valiosas amistades.

Costa Rica será el 4to país de América (con Canadá, Chile y México) y tendrá la estafeta de ser el ingreso 38 a la organización, después de cumplir con estrictos requisitos a través de varios comités temáticos. El proceso empezó en el Gobierno de Laura Chinchilla y culminó con Carlos Alvarado.

No somos ricos en lo económico, nunca lo hemos sido, pero principalmente porque tenemos un tercermundismo mental y emocional atroz. Somos un país fértil, lleno de recursos naturales y con una población que debería estar educada, pero no es así. No hemos construido una educación que nos permita salir del bache que impone nuestra idiosincrasia cultural: la ley del mínimo esfuerzo, el berreo sin soluciones, el serrucho y el choteo como prácticas cotidianas, la dependencia del estado (de sus ayudas y de culparlo de todos mis males), entre otros factores. Y nos queda esa sensación de que somos “potencia mundial” cuando en realidad “sufrimos pueril satisfacción de sí mismos” (sic Isaac Felipe Azofeifa).

Pero sí somos ricos en la consolidación de muchos valores que no se han logrado en la mayoría de los países de este mundo (y en eso la educación sí ha sido exitosa), como el respeto a los demás, la paz como forma de vida, la democracia como garantía de estabilidad y paz, la naturaleza como baluarte país, la ciencia y el conocimiento como fundamentales y un pensamiento moderado en su mayoría (confluimos al centro, al equilibrio).

Sin embargo, hoy encontramos nuevos grupos (legiones de idiotas) que a través de las redes sociales atentan todos los días contra ese ser costarricense en sus valores positivos. La tercera ola pandémica es un ejemplo del éxito de esos grupos de irresponsables, quienes lograron hacer calar su mensaje negacionista e irresponsable. Aquí no hubo confluencia, hubo desborde.

Y, por supuesto, también está ese grupo de lo que algunos llaman “ticos promedio” (no estoy de acuerdo con el concepto) y que dejan basura en las playas, que no votan porque no asumen la responsabilidad cívica y no quieren ni siquiera pensarlo, de los educadores que no quieren trabajar y andan buscando formas para evadir su labor, de los violentos y agresores (los matones inútiles), de quienes no aprendieron a querer y cuidar lo bueno que tienen.

Decía que la OCDE es una oportunidad. En efecto, lo es, pero si no pasamos por una transformación cultural y educativa, este ingreso a ese club exclusivo no será más que otro fiasco en nuestra historia, uno que alimentará la fiesta en esos grupos de “ticos” que alimentan el odio y el fracaso diariamente. Seguiremos siendo tercermundistas, porque nuestra mentalidad no nos permite hacer otra cosa.

Por lo pronto, la OCDE es una oportunidad para Costa Rica y espero que los nuevos gobernantes a partir de mayo de 2022 así lo comprendan, para promover con decisión y voluntad política ese cambio cultural que se requiere para sacar a Costa Rica de la pobreza económica, mental y emocional que enfrenta una parte de la población. Porque finalmente nadie puede ser mental y emocionalmente sano con el estómago vacío y sin oportunidades.


*Debrús Jiménez es comunicador social, politólogo, educador y gestor cultural.

*La opinión expresada en este espacio no necesariamente representa la línea editorial de PULSOCR, sino exclusivamente responsabilidad de su autor.

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