Esta es la primera vez en 18 años que una mujer vuelve a presidir el Congreso. En esta ocasión Carolina Hidalgo del oficialismo, y con 35 años, es la más joven en ocupar la silla de presidente del primer poder de la República.
por: Aarón Chinchilla / 2 mayo, 2018
Pasaron 18 años para que una mujer volviera a la presidencia del Congreso. Este martes 1 de mayo pasará a la historia como el día en que las mujeres accedieron al control, por fin, el Directorio legislativo, un reto para demostrar que el género es una condición que no debe generar exclusión.
La mañana se llenó de diputados novatos en el curioso y poderoso ejercicio legislativo. Solo seis de las 57 curules serán ocupadas por personas que anteriormente ejercieron este cargo, y de ellas, 26 son mujeres. De estas: cinco están en el Directorio legislativo.
La nueva presidenta legislativa: Carolina Hidalgo, de 35 años, llega al Congreso bañada en la experiencia de ser asesora parlamentaria y de Casa Presidencial.
“Una muchacha con mucho carácter y siempre encuentra la manera de lograr lo que promete”, según el decir de Ligia Herrera, la madre de la nueva jerarca.
Hidalgo, del oficialista Partido Acción Ciudadana (PAC), con una holgada votación a prueba de balas (37 votos a favor de 57 posibles) era bautizada como la nueva mandamás del Congreso, lo que la hace la tercera mujer en desempeñar dicho cargo, luego de Rosemary Karpinsky (1986-1987) y Rina Contreras en el año 2000.
Hidalgo se diferencia de sus dos predecesoras ya que cuenta con tan solo 35 años; sin embargo, dijo estar decidida a “hacer la diferencia, que las mujeres podemos y vamos a dar la talla”.
El discurso de la jerarca fortaleció al poder femenino que ha arrasado con los puestos del Directorio y se denotó su fuerte mensaje hacia la transparencia, con la tecnología y el orden como base.
Cuando fue consultada por PulsoCR, sobre cómo manejará las problemáticas y cuáles son sus garantías en gobernanza legislativa, Hidalgo afirmó que su experiencia tanto en el Poder Ejecutivo como en el Legislativo serán de vital importancia, así como su capacidad de resolución de conflictos y apertura al diálogo.
El proceso de renovación de mandos, así como la toma de posesión de los nuevos legisladores, transcurrió en una sesión serena y tumultuosa, con muchos familiares de los nuevas autoridades parlamentarias, que no paraban de hacerse autofotos (selfis) en cuanto pasillo tuviesen campo.
Algo extraviados y con los nervios a flor de piel, los nuevos congresistas ejecutaron los acuerdos precocidos por Carlos Alvarado, Rodolfo Piza y Carlos Ricardo Benavides.
Fue así como la elección de la vicepresidencia quedó en manos de la diputada del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) María Inés Solís, de 34 años y a quien de se le cuestionó en su momento ser amiga cercana de Ana Laura Suárez, esposa del polémico empresario del cemento chino Juan Carlos Bolaños.
Pero más allá de relaciones personales, la nueva legisladora se revistió del apoyo de su bancada para colocar su nombre en el de la suplencia de Hidalgo.
En el orden de cargos, aparece el primer secretario (hermosa ironía del lenguaje), el diputado de Liberación Nacional (PLN), Luis Fernando Chacón, un viejo zorro de los pasillos legislativos, quien por más de dos décadas ha laborado en el Congreso, destacando su papel como jefe del Departamento de Servicios Generales. Su currículo lo planta como el más experimentado en el manejo de los roles administrativos de la Asamblea.
En la segunda secretaría los verdiblancos lograron sembrar a Ivonne Acuña, quien fuera la candidata a vicepresidencia de la República por el Partido Restauración Nacional, con lo que el Directorio toma pintas multipartidistas, acorde al discurso de unidad nacional que promovió el presidente Carlos Alvarado y el ministro de la Presidencia, Rodolfo Piza.
Lo curioso es que pastores y políticos del Partido Restauración Nacional insistieron toda la semana previa que no participarían en el juego multipartidista, pero tampoco arrugaron la cara cuando Acuña fue abrazada por su nuevo cargo en el Directorio compartido. Nadie los juzga, después de todo, ¿quién se niega a una cuota de poder legislativo?
Las prosecretarías (que son las suplencias de las secretarías), quedaron repartidas de la siguiente forma: la primera fue para Yorleny León, del PLN y la segunda llegó a manos de Shirley Díaz, del Partido Unidad Social Cristiana.
Si bien es la primera vez en la historia que las mujeres tendrán un protagonismo máximo el Congreso, el reto ahora es demostrar que su condición femenina es mucho más que un hito o una excepción.
Estas legisladoras toman las riendas de una Asamblea Legislativa urgida como pocas veces de importantes decisiones fiscales, de seguridad, lucha contra el narcotráfico, violencia y corrupción.
Estas nuevas autoridades recogen unas curules manchadas de señalamientos de corrupción, amiguismo, beneficio a familiares, cobro de diezmos, broncas de faldas, arrestos, usos indebidos de recursos públicos y sobre todo, de la ausencia de suficiente entereza moral como para aprobar una autorregulación en materia ética (los diputados tienen ya diez años de patear la bola y evitar la reglamentación de un código de ética para los congresistas).
Estos son solo parte de los retos que enfrentan desde ya las lideresas del Directorio y el cuerpo de diputados en general. Si les costó llegar a una curul, lo difícil, verdaderamente difícil ahora, es honrar ese pin bañado en oro que llevaron puesto la mañana de este martes, y en este escenario particular, es la primera vez en la historia patria, que las mujeres tienen el control.